La vecina médica
El resto de su vida, cada vez que sus padres lo veían sin camisa, no podían evitar sentir vergüenza por el descuido.
El resto de su vida, cada vez que sus padres lo veían sin camisa, no podían evitar sentir vergüenza por el descuido.
Juan cogió una piedra grande. Se lo entregué y me alejé unos pasos, dándole la espalda. “Ahora tú eres el hombre de la casa”, me había dicho mi padre antes de marcharse. Tenía que portarme como tal y decidí que era el frío el que me hacía temblar.
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…pero no le dio tiempo de llevárselo a la boca. El tenedor de Nieves había descendido también a velocidad
de halcón y se le hincó en el dorso de la mano con un crujir de huesos.
“Ay, Obdulia, cuánto lo siento, pero este año no se me dio ni una calabaza. Perdí toda la cosecha porque…”
No había terminado la frase cuando, por debajo de la cama, comenzaron a salir rodando calabazas, una tras otra,
en alegre tropel de verdes, ocres y amarillos.
Calabazas, calabazas Leer más »